Perdón por el insulto ya en el título, pero es que el tal Angkor Wat ha sido la mayor decepción del viaje.
Donde debía ver el mayor y más imponente templo de Asia, yo ví un montón de ruinas. Piedras rotas, hierbajos por doquier y locales debajo de cada una y detrás de todos ofreciéndote cafés carísimos y aguas benditas, además de postales, libros, telas, budas, mecheros, camisetas...
Angkor Wat es una ciudad dedicada al rezo. O lo que queda de ella, claro, porque tiene 900 años y no tiene muchas remodelaciones que digamos. Porque las capas de barro, mugre y malashierbas supongo que no cuentan.
Sólo hay una parte que me pareció (potencialmente) excepcionalmente bonita; un templo, parte del todo, que está siendo deborado por árboles que crecen por entre las piedras, por encima de ellas, por debajo y junto a. Ta Prohm. Hubiera sido muy bonito si no fuera porque había un chino junto a cada raíz, rama y piedra evitando la foto limpia. Y yo, por evitar meter a cientos de chinos dentro de mi cámara virginal, no disparé ninguna. Hubiera disparado otras cosas, pero temí que los tailandeses tuvieran a los chinos por más iguales que a mí, y que no les gustara tanto la idea. Resultado: ninguna foto de Angkor Wat. Con un par.
Todo esto he esperado a escribirlo cuando estuviera de especial buen humor, que conste.
No estuve en Camboya más que para ver esto. Pero el pueblo en el que me alojé, Siem Reap, sí me gustó bastante, igual que la gente amable y alegre. Además de precios mucho más que muy razonables. Le hubiera dedicado algún día más, pero por exigencias del guión, salimos demasiado rapido del país, dirigiéndonos hacia Bangkok. En el último e inmundo autbús con cruce de frontera incluído.
Y eso es todo mi Camboya. Nunca recomendaría a nadie ir sólo para ver Angkor Wat, como me ha pasado a mí. Pero desde luego que recomendaría intentar ver más cosas del pobre país, como yo no he hecho.
Angkor ¡fuck!
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