Me gustó el viaje a Kuala Lumpur, aunque creo que me costaría un poco aceptar el vivir allí. Pero aceptaría. Seguramente por el sueldo estratosférico que podrían ofrecerme. Pero la ciudad no es tan moderna como me esperaba, ni tan interesante: las Petronas me decepcionaron un poco y no hay tantos 'edificios modernos' fuera de la pequeña zona de oficinas. Y la gente no es tan amable; fue increíble ver como las sonrisas balinesas desaparecieron al bajar del avión (luego doy pistas del porqué).
De todas maneras, la ciudad me gustó (aunque no me entusiasmó tanto como esperaba).
La ciudad no tiene tantas 'atracciones turísticas' como para merecer dedicarle más de 3 días de viaje, creo. Nosotros con dos ya hicimos casi todo lo imprescindible. No subimos a las Petronas por caro y porque subimos a 'la otra torre', la de comunicaciones de la ciudad, para así poder ver las Petronas de noche, que están cerca. Valió la pena porque no era tan caro y porque parece que a las Petronas no es tan fácil subir pues hay que hacer una muy buena cola muy pronto por la mañana y dejan subir a muy poca gente, parece que enseguida se acaban las entradas diarias. Además, el mirador de esta torre está bastante por encima.
La ciudad en sí no está mal, tiene mucha mezcla de culturas, aunque predomina la islámica bastante claramente. Es el país con más musulmanes del mundo (¡PSSST! ¡Pista!). Nos dejaron entrar en una mezquita (o a la mitad de ella), eso sí, vestidos como idiotas y descalzos, en horas de no rezos. Para el que sabe, eso son 4 horas al día, máximo. Y puedo confirmar que los musulmanes también tienen mala leche al otro lado del mundo, sobre todo cuando se habla de religión o te acercas a una mezquita. Tuvimos algún acercamiento semi-amigable, pero por lo menos un par no tan agradables y uno hasta tenso en las únicas dos mezquitas a las que decidimos asomar las piernas destapadas.
Vimos el parque de pájaros más grande del mundo y no era para tanto. Todo el mundo prometió que los parques principales (están juntos) de la ciudad eran increíbles pero estaban un poco descuidados y sobre todo muy desérticos incluso en fin de semana. Nos prometieron centros comerciales enteros dedicados exclusivamente a la electrónica en los que podías encontrar cosas baratísimas y era tan poco barato que entre tres lo único que nos compramos fue un objetivo (mi nuevo amor) para mi cámara. Me hice amigo del vendedor y me prometió que si me hacían buen precio en cualquier cosa es que me estaban vendiendo algo de segunda mano. Por supuesto el mío no tenía tan buen precio, pero gracias al cambio del euro sí me salía mejor.
Nos alojamos en Chinatown y me hubiera gustado recorrerlo más; fue muy interesante. Nos faltó ver Little India no sólo desde el bus turístico. Nos faltó el museo Islámico más grande del mundo. Y nos faltaron algunas plazas más o menos principales cuyos nombres no consigo recordar.
También vimos las Batu Caves. Unas cuevas enormes en altura a las que accedes después de 10.000 peldaños y de admirar una estatua enooorme de alguna deidad hindú. Dentro hay un templo al que no pudimos entrar. Pero vimos pájaros, murciélagos, monos ladrones y algunos turistas.
Estuvimos en la típica calle de fiesta nocturna. Totalmente 'occidental' y bastante cara, donde encontramos 3 bares/restaurantes españoles. Por lo menos uno de ellos recuerdo que salió en 'Españoles por el mundo', el de un leridano emigrado hace unos 10 años. Muy simpático por cierto. Y aunque era catalán, nos invitó a unos chupitos.
Pero el plato fuerte de la noche fue cuando el nuevo amigo español, el dueño del bar, me introdujo a algunos paisanos para animar la conversación y en una de estas... ¡me presentó a mi propio primo segundo! ¡Por casualidad me encontré a un primo de primos de viaje por trabajo en Kuala Lumpur! Increíble. Desde luego, el mundo es un turbante. Aleix me contó un montón de cosas interesantes sobre los malayos, entre ellas que es muy difícil hacerse amigo de ellos y que por eso acudía a ese bar español, para poder ser tratado como a uno más y no como a un jefe al que hay que temer, sobrerespetar y mantener alejado. Me contó eso y que estaba ganando una pasta gansa, pero que su mujer le hacía volver a su país en breve. Calzones.
Moralejas: viajar a Kuala Lumpur mola, pero no si esperas demasiado. Kuala Lumpur sorprende por lo poco oriental que parece, a pesar de su orientalidad geográfica y su extrema religión. Kuala Lumpur, por lo menos, mola los tres primeros días; después no lo tengo claro. Todas las escaleras de la ciudad tienen los peldaños para pies del 28. Nunca te cases.
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