La aventura de Laos empezó inmejorablemente bien: Luang Prabang es todo lo que se puede esperar de un pueblo pequeño de Indochina, pero con la sorprendentemente grande población de 100.000 personas.
Es precioso. Acogedor. Barato. Divertido. Y agradabilísimo.
Si pudiera vivir en un pueblo sería en este. Tiene fiesta pero no demasiada. No tiene tanta pobreza, si no sencillez. Tiene turistas pero no desbocados. Tienen turistas instalados con negocios sobre todo en hostelería, por lo que te da de comer casi todo lo que puedas necesitar, incluído el no tan barato vino. Puedes sacar un millón de cualquier cajero y quedarte tan pancho. Tiene chinos locales alegres y aparentemente felices que no intentan robarte ni timarte. Sólo los Tuk-Tuk's son insistentes, ya sea para llevarte de aquí para allá o para venderte opio o marihuana.
Tiene innumerables templos y monasterios y aún más monjes, que salen cada mañana al amanecer a recoger alimentos y donaciones en una especie de ritual ceremonioso bastante serio en la que la gente del pueblo se despierta prontísimo exclusivamente para sentarse en la acera, justo delante de su casa y/o negocio, para hacer la ofrenda a los calvos anaranjados. Los monjes no conceden ni una sonrisa y los locales no la precisan. Los turistas nos llevamos malas fotos.
'Esto no es Ibiza' rezan en el pueblo. Y podrían. Pero todo se apaga y se cierra antes de las 12 de la noche (no se sabe si por ley) en parte para la ceremonia matutina y en parte por la sostenibilidad fiestera. Eso los mantiene como un pueblo interesante, apto para descansar y disfrutar del intenso paisaje y sus gentes.
Luang Prabang me hizo enamorarme de Laos a primera pisada.
Pero después empezó la tortura indochina. Con la, esta vez sí, Ibiza de Laos: Vang Vieng. Riadas y riadas de adolescentes extraviadamente borrachos lejos de los focos parentales, desbocados con la libertad que los precios irrisorios en casi todo pero sobre todo en el alcohol les concede el pueblo organizado en torno a los turistas y sus fiestas. Eso es la peor parte de Ibiza.
Vang Vieng, sin duda, no exisitiría si no fuera por los turistas. Hay varios restaurantes con teles planas y enormes que ponen todo el día 'Friends', 'Padre de familia' y demás comedias para americanos y australianos con un sólo ojo abierto.
La 'gracia' de Vang Vieng es el 'Tubing', estupidez que consiste en ir de bar en bar a las orillas del río Mekong, deslizándose gracias a un flotador pneumático de tamaño XXL. De 10 de la mañana a 6 de la tarde. Así que bebes alcohol antirático matutino, después bebes un poco más y luego te subes al pneumático, que te arrastrará hasta otro bar de alcohol infame y baratísimo con la misma gente borracha que en el anterior, pero un poco más borrosa. Creo que debe llegar a ser divertido, pero sólo si te gustan las chicas bizcas de verticalidad inestable. Demasiados muertos en lo que va de año, y cuando ves lo que es, lo entiendes perfectamente.
Eso sí, las vistas desde el río son increíbles. I II III IV V VI
Vang Vieng, nunca nos volveremos a ver.
Después del pequeño suplicio para mi páncreas, llegó el momento de subirse a un autobús rumbo a Vientianne, capital del país.
Aburrida y poco interesante es todo lo que se me puede ocurrir de la capital. Ni los locales saben qué proponerte para que te distraigas. Ningún atractivo. Nada que hacer.
La gente, aquí, se vuelve menos hospitalaria y menos sonriente. No mienten, pero no saben decir que no saben algo; lo que les provoca decirte cualquier cosa aunque sepan que no es verdad. Y no saben nada. Descubierta la mentira, si se la reprochas, sólo saben reír nerviosamente sin llegar a disculparse, acción que parece olvidada en esta cultura amabiloide.
Laos tiene los tempos más lentos que he visto, superando al caribe por mucho, y el desorden más anárquico en el que me haya perdido nunca. Caos.
Y como guinda del pastel (de coliflor rancia): el peor viaje de mi vida ('viaje' por 'desplazamiento'): 24 horas metido en un autobús para gente diminuta con la gente diminuta más ruidosa, sucia y maleducada que he tenido la desgracia de sufrir. Con las carreteras más bacheadas que he sentido en las nalgas y la espalda desde Colombia. Con la tele más grande que visto dentro de un autobús emitiendo el peor dvd de karaoke's del mundo. Con la más larga e incómoda espera en la frontera para salir del país que me haya tocado, y eso que era por carretera y todo en orden. Y con casi nadie hablando Inglés lo más mínimo.
Vientianne, si te he visto sólo me acordaré por la carpeta de fotos que guardaré sin demasiado cariño en mi disco duro.
Por suerte llegará Vietnam para salvarnos.
jo... yo tb quiero vacaciones :(
ResponderEliminarjaja! Te creo... :D
ResponderEliminarVietnam es un muy buen país para tenerlas! Baratísimo, interesantísimo, espectacular... sólo cosas buenas!
he ido a comer un completo este mediodía :)))
ResponderEliminarjeje! Molt bé! Pero nada de envídia... yo he cenado noodles con un poco de todo :P
ResponderEliminarAh, no era mi intención ponerte celoso. solo era para decirte que me habia acordado de ti :)
ResponderEliminarbesos de tu croata preferida :)
ResponderEliminarHola Nera! No sabía q seguías mi blog! Q ilusión! :) :) :)
ResponderEliminarBesos de vuelta ;P
imbecil :P
ResponderEliminar:D
ResponderEliminar