29.6.11

Vietnam

He tenido la inmensa suerte de poder recorrer 'todo' Vietnam de norte a sur. Un viaje muy largo al que por desgracia sólo he podido dedicarle dos semanas, de ahí las comillas del 'todo' anterior. Aunque breve, me ha encantado. Tanto, que estoy seguro que voy a volver a viajar en algún momento del resto de mi vida. Vietnam merece más y mejor atención.

Las dos primeras cosas que te llaman la atención, y mucho, son, primero, los campos de arroz interminables. Horas y horas de autobús atravesando campos de arroz con algunas casitas alrededor. Y después de eso, más horas. Y segundo, la cantidad de acentos que tienen estos chinos tarados. Ejemplo. Arriba y abajo de las vocales, a veces combinados, y siempre cambiando la pronunciación. Locos. Chinos locos.

Hanói, la primera parada, y su barrio antiguo es increíblemente interesante. Su gente, amable desde el primer día. La comida, casi toda exquisita y bastante barata. Hồ Chí Minh, el héroe nacional, me parece un tipo muy interesante, además de inteligente, sabio y culto (estoy leyendo un libro sobre él). Es el que llevó al país a la liberación de los franceses primero, después de los japoneses y por fin de los estadounidenses, aunque en ésta última liberación estuvo más en espíritu que de cuerpo presente. Y el que los convenció del comunismo, aunque poco parece que queda de eso.

Vietnam tiene muchas guerras a sus espaldas, pero también mucho futuro: su economía va subiendo cada año y casi no se ve pobreza extrema. Parece que son unos de los mejores en el arte de procrear, y ya son casi 90 millones de personitas sonrientes.

He recorrido varios pueblitos, pero el que más me llamó la atención fue Hoi An. Pueblo bastante pequeño pero muy, muy bonito. Se dedican sobre todo a hacer y vender ropa, así que puedes encontrar infinidad de tiendas de ropa con diseños tanto occidentales como orientales, pero todo para turistas, claro. Tiene un río que lo cruza y divide un poco, y lo decoran con animales luminosos de papel por fechas especiales. Además tiene una playa enormemente gigantesca que ya querría para si misma cualquier provincia española, con arena fina, olas moderadas y temperatura correcta.

Después de eso nos esperaba una de las consideradas mejores playas asiáticas. En Nah Trang. Muy bonita también y recorre todo el largo de la ciudad. Está llenísima de gente a primera hora de la mañana (como a las 6 y 7) y por la tarde noche, donde se juntan los locales para bañarse y reir. No sé si la de Hoi An tiene tanto que envidiarle por tanto, mucho más calmada en cuanto a gentío.

Después, y por último, Saigón. Ho Chi Minh city para ser más contemporáneos. El principio de la capitalización está aquí. En Hanói, la capital actual, pudimos ver sólo una empresa americana/capitalista de comida rápida: Kentucky Fried Chicken. En Siagón ya hemos visto varias más. Y desde luego tiene pinta de que seguirá creciendo en este sentido. Ambas capitales, la oficial y la antigua, son muy interesantes, con gente muy amable y me han llamado muchísimo la atención. Quizá un poco más Hanói, por menos 'americana', pero mucho de verdad ambas.

En resumen, Vietnam mola. Mola mucho, diría yo. Es el país que más me ha gustado e interesado hasta el momento y me de pena dejarlo con menos de dos semanas de dedicación. Y desde luego, otro destino en el que podría vivir probablemente y al que querré volver seguro. Soy un poco más comunista gracias a ellos y a Hồ Chí Minh.

17.6.11

Laos y lo agridulce más agrio que dulce

La aventura de Laos empezó inmejorablemente bien: Luang Prabang es todo lo que se puede esperar de un pueblo pequeño de Indochina, pero con la sorprendentemente grande población de 100.000 personas.

Es precioso. Acogedor. Barato. Divertido. Y agradabilísimo.

Si pudiera vivir en un pueblo sería en este. Tiene fiesta pero no demasiada. No tiene tanta pobreza, si no sencillez. Tiene turistas pero no desbocados. Tienen turistas instalados con negocios sobre todo en hostelería, por lo que te da de comer casi todo lo que puedas necesitar, incluído el no tan barato vino. Puedes sacar un millón de cualquier cajero y quedarte tan pancho. Tiene chinos locales alegres y aparentemente felices que no intentan robarte ni timarte. Sólo los Tuk-Tuk's son insistentes, ya sea para llevarte de aquí para allá o para venderte opio o marihuana.

Tiene innumerables templos y monasterios y aún más monjes, que salen cada mañana al amanecer a recoger alimentos y donaciones en una especie de ritual ceremonioso bastante serio en la que la gente del pueblo se despierta prontísimo exclusivamente para sentarse en la acera, justo delante de su casa y/o negocio, para hacer la ofrenda a los calvos anaranjados. Los monjes no conceden ni una sonrisa y los locales no la precisan. Los turistas nos llevamos malas fotos.

'Esto no es Ibiza' rezan en el pueblo. Y podrían. Pero todo se apaga y se cierra antes de las 12 de la noche (no se sabe si por ley) en parte para la ceremonia matutina y en parte por la sostenibilidad fiestera. Eso los mantiene como un pueblo interesante, apto para descansar y disfrutar del intenso paisaje y sus gentes.

Luang Prabang me hizo enamorarme de Laos a primera pisada.

Pero después empezó la tortura indochina. Con la, esta vez sí, Ibiza de Laos: Vang Vieng. Riadas y riadas de adolescentes extraviadamente borrachos lejos de los focos parentales, desbocados con la libertad que los precios irrisorios en casi todo pero sobre todo en el alcohol les concede el pueblo organizado en torno a los turistas y sus fiestas. Eso es la peor parte de Ibiza.

Vang Vieng, sin duda, no exisitiría si no fuera por los turistas. Hay varios restaurantes con teles planas y enormes que ponen todo el día 'Friends', 'Padre de familia' y demás comedias para americanos y australianos con un sólo ojo abierto.

La 'gracia' de Vang Vieng es el 'Tubing', estupidez que consiste en ir de bar en bar a las orillas del río Mekong, deslizándose gracias a un flotador pneumático de tamaño XXL. De 10 de la mañana a 6 de la tarde. Así que bebes alcohol antirático matutino, después bebes un poco más y luego te subes al pneumático, que te arrastrará hasta otro bar de alcohol infame y baratísimo con la misma gente borracha que en el anterior, pero un poco más borrosa. Creo que debe llegar a ser divertido, pero sólo si te gustan las chicas bizcas de verticalidad inestable. Demasiados muertos en lo que va de año, y cuando ves lo que es, lo entiendes perfectamente.

Eso sí, las vistas desde el río son increíbles. I II III IV V VI

Vang Vieng, nunca nos volveremos a ver.

Después del pequeño suplicio para mi páncreas, llegó el momento de subirse a un autobús rumbo a Vientianne, capital del país.

Aburrida y poco interesante es todo lo que se me puede ocurrir de la capital. Ni los locales saben qué proponerte para que te distraigas. Ningún atractivo. Nada que hacer.

La gente, aquí, se vuelve menos hospitalaria y menos sonriente. No mienten, pero no saben decir que no saben algo; lo que les provoca decirte cualquier cosa aunque sepan que no es verdad. Y no saben nada. Descubierta la mentira, si se la reprochas, sólo saben reír nerviosamente sin llegar a disculparse, acción que parece olvidada en esta cultura amabiloide.

Laos tiene los tempos más lentos que he visto, superando al caribe por mucho, y el desorden más anárquico en el que me haya perdido nunca. Caos.

Y como guinda del pastel (de coliflor rancia): el peor viaje de mi vida ('viaje' por 'desplazamiento'): 24 horas metido en un autobús para gente diminuta con la gente diminuta más ruidosa, sucia y maleducada que he tenido la desgracia de sufrir. Con las carreteras más bacheadas que he sentido en las nalgas y la espalda desde Colombia. Con la tele más grande que visto dentro de un autobús emitiendo el peor dvd de karaoke's del mundo. Con la más larga e incómoda espera en la frontera para salir del país que me haya tocado, y eso que era por carretera y todo en orden. Y con casi nadie hablando Inglés lo más mínimo.

Vientianne, si te he visto sólo me acordaré por la carpeta de fotos que guardaré sin demasiado cariño en mi disco duro.

Por suerte llegará Vietnam para salvarnos.

11.6.11

Tailandia

Pues resulta que llegamos a Bangkok, dispuestos a estar solo una noche y un día, teniendo en cuenta que íbamos a volver al final de la vuelta a la península Indochina.

Un día en el que vimos algo de los canales de Bangkok y varios templos budistas. Tuvimos algunos intentos de timo y algún timo completado, pero la gente nos pareció exageradamente simpática y alegre; el contraste con Hong Kong’s y Kuala Lumpur’s es notable.

A mi me sobró ese día para saber que quería gastar más tiempo en ese país y eso que aún no había llegado a Chiang Mai, al norte del país, que con solo dos días nos impresionó totalmente y personalmente me dejó prendado.

Pudimos ver templos budistas no tan llenos de gente, templos budistas abarrotadisimos de locales con sus ofrendas y meditaciones (eso fue increíble), nos llevaron de paseo por centros de artesanos de la ciudad, donde hacen desde objetos con todo tipo de cueros hasta corbatas de seda. Por supuesto, todo baratisimo. Estúpidamente barato. Corbatas de seda por 6 dólares. Y ese es el primer precio, no sabemos si el último, aunque seguro que se puede sacar uno mucho menor si compras cientos. Ahí hay un posible buenísimo negocio. A cuanto se vende una corbata de seda en el Corte Inglés?

Y por la noche tuvimos la suerte de que se nos ocurriera asistir a una velada de Muay Thai. Totalmente increíble. Empezó con peso (muy) ligero, siguió con mujeres y después niños. Todo impresionante. Pero el plato final iba a merecer la larga previa: qué paliza le pegó el francés al tailandés. Impresionante lo duro que le pegó. Igualmente impresionante lo duro que aguantó el chulito local ante el armario extranjero. Aguantó un round y medio con la ceja partida y ese no fue el golpe mas duro que se llevó.

De vuelta a la realidad tranquila de la ciudad alegre también pudimos ver un mercado enorme donde se podía despreciar por el olor y la vista todo tipo de comida, desde escarabajos fritos hasta gusanos secos, pasando, por supuesto, por escorpiones. Siempre pensé que teniendo la oportunidad tan cerca, iba a probar con cara de asco esos manjares, pero no tuve estómago. Ni lengua ni boca ni cerebro. Todos los sentidos se concentraban en no dejarme probar la exquisitez local. Y lo consiguieron.

Tuvimos la oportunidad de ver, demasiado rapidamente eso sí, el templo más bonito del mundo. O por lo menos el que pretende serlo. Obra de un artista local, con la ayuda bastante desinteresada de hasta 60 ayudantes. El templo es verdaderamente increíble. The White Temple solo tiene un problema, y es que no esta cerca de ciudad o pueblo turistico, por lo que cuesta un poco acercarse. Pero lo considero, sin duda, el mejor templo, por bonito, increíble e impresionante, que he tenido la oportunidad de ver. Y creo que llevo una media de casi un templo al día desde hace dos meses. No se si es uno al dia o más y desde luego no los recuerdo todos. Pero este no se me olvidará fácilmente.

El resumen para Tailandia, a pesar de lo poco que lo he disfrutado de momento, es que quiero volver. Tailandia merece un viaje para el solo. Tailandia merece un mes o dos.

1.6.11

Hong Kong, la China Capitalista

A los 10 minutos de cruzar la policía del aeropuerto de Hong Kong ya intuía que Hong Kong podría maravillarme. Y eso que la gente no sonríe tanto como en Indonesia.

Antes de bajarme del autobús que me llevaba del aeropuerto a mi hostal, ya había dedicido que iba a querer vivir por ahí al menos durante un tiempo.

Hong Kong es muy especial: ¡Chinos capitalistas!

En cuanto llegas ya ves cosas que te impresionan. Empezando por el enorme aeropuerto. Y cuando digo enorme, me refiero a inabarcable; aparentemente infinito.

Nada más subir al autobús, la forma más barata de llegar a la ciudad, vimos iluminarse decenas de pantallitas a nuestro alrededor, más de una por ocupante. Y hablo de iPods e iPads sobre todo. Pero también Nokias y Blackberry's de última generación. El autobús de aparente bajo presupuesto tenía Wifi incorporado.

De camino veríamos aparecer las colmenas infinitas. Matrix está inspirado en Hong Kong. A los hombres no se los cultiva pero sí se les aparca.

Después de las primeras colmenas llegan las de verdad. Edificios de 50 plantas con 20 departamentos por cada una. ¿100 familias cuantos chinos son? Yo lo he visto con mis propios ojos Neo, pero aún así no me lo creo.

Y más tarde se hizo la luz. Cuando ya entras en la ciudad quedas cegado por el neón y el led. La electricidad debe de ser gratis. Aquí, el negocio que no tiene pantalla o neón epiléptico es el que destaca. Pero no deben saberlo porque no hay ni uno de esos. Creo que las calles no tienen farolas. Y no les hacen falta.

Cuando a la mañana siguiente me recuperé de tanta lágrima emocionada, decidimos salir a la calle; la impresión cegadora mutó a la vertiginosa. Podías mirar hacia arriba sin quedar ciego, pero no desnucado: las colmenas imposibles desde la carretera eran aún más impresionantes desde la base. Te sientes minúsculo. Tu pequeñez te abruma.

A partir de ahí, los días se convirtieron en una sucesión de 'oh's y 'ah's, provocadas siempre por dimensiones imposibles, funcionamientos impensables, personas incomprensibles y textos jeroglíficos.

Hong Kong es el cénit de la humanidad. Y por eso va a la 'Lista de sitios en los que ya he decidido que quiero vivir un rato' (aquí a la izquierda).

No es barato: hay que buscar muy bien para comer gangas. Y no tener la vista sensible, porque la comida no siempre entra a primera vista. Pero sí a primer gusto, al menos para mí. Y hay que estar muy abierto a comer sopa de noodles con lo que sea.

Y vimos Budas gigantescos. Y templos budistas. Y templos chinos (cuya religión es adorar al incienso). Y centros comerciales maratonianos. Y después algunos todavía más grandes. Y luego cruzamos muchos más, porque salían hasta del metro. Y un Starbucks en cada uno además de en cada esquina. Y casi tantos McDonalds. Cientos de coches de lujo. Y un IKEA. Y muchas camisetas del Manchester United. Y un bar-restaurante-tienda del mismo. Y muchísima pulcritud a pesar de la cantidad ingente de chinos y de personas. Y tiendas y restaurantes en segundos y terceros pisos con acceso desde la calle. Y espectáculo de luces diario que implica a unos 15 rascacielos y un museo que se iluminan al son de la música visto desde el paseo marítimo con el mar por medio.

Está claro desde el primer momento que el capitalismo y por tanto el consumismo son la principal religión.

Y los chinos no sonríen. Y no saben vender, porque tienen mala leche hasta cuando estás interesado.

Si los chinos capitalistas me parecen raros, no quiero saber lo que me parecerán los comunistas.

Pero eso ya lo dejo para otro lustro que me asusto.