21.8.11

Sydney, Australia bis


Volví a Sydney y me gustó un poco más. Y eso que esta vez hacía frío. A lo mejor eso ayudó, ya que había menos gente, menos turistas.

Volvía a la Ópera para verla por dentro y me gustó un poco más. Me explicaron cuanto costó idearla y cuanto construirla y cuando ocurrió todo eso. Por fuera sigue siendo horrible, fea y mastodóntica como patas de elefante de ladrillo barato. Decepcionante.

Sydney sigue siendo obscenamente carísima aún cuando la visitas con calma, así que descubrí que también tienen kebabs excelentes, lo que supongo que ayudó a mejorar la idea de la ciudad, pues me recordó algo bueno de Barcelona. También probé la carne de canguro; tierna y suave. Buena.

Estuve en varias playas de alrededor y envidié algunas casitas frente a ellas.

De todas maneras, Sydney no mejoró lo suficiente como para que el balance final sea demasiado positivo. Mejoró, sí, pero en ningún caso llega a ser un enamoramiento ni lejano como me ha pasado con tantas otras ciudades, pueblos, islas, países enteros o simples playas que he tenido la buena suerte de visitar. A penas hay cariño por ella.

Sydney, esto es un adiós para siempre, a partir de ahora sólo serás una escala para mí.

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