24.7.11

La verticalidad de las motos no es opcional


Atención: Esto es un escrito de (semi)ficción. Contiene poca o nula información interesante, para variar, y puede hacer perder mucho el tiempo al lector, que, por otro lado, ya está avisado.

Les habían avisado de que tendrían problemas al devolver las motos alquiladas, que el negocio no era tanto el alquiler mismo, como la multa injusta al devolverla que podía ser de cientos de dólares. Que te tenían 'cogido por las pelotas' por que dejabas el pasaporte como seguro, que no aceptaban dinero como fianza. Así, no podías acabar no entendiéndote con ellos, porque entonces no podrías dejar el país.

Y fue por eso que se fiaron de la guapa chica española que se encontraron por casualidad al lado de su hotel, en un local que vendía tours de buceo. Era una chica semirubia, de ojos intensos y piel suave por la gracia del mar y morena por la del sol, a la que le habían escuchado el final de una llamada telefónica en su idioma materno, el castellano de España. En cuanto se apagó la pantalla del aparato que la aislaba, la abordaron en busca de ayuda, a lo que accedió con inmensa empatía.

- Hola, necesitamos un par de motos, ¿Te parece que estos de aquí son de fiar? ¿Que podemos alquilarles las motos tranquilamente?

- La verdad -dijo ella con gesto de disculpa- es que yo a estos no los conozco y, no sé si sabéis, el negocio no es alquilarlas -lo que les confirmó sus sospechas a la vez que los hizo confiar en ella.

- ¿Y tení algún amigo que arriende motos? -este último no era español, claro. Era chileno y de ahí su acento y sus palabras raras.

- Bueno, la verdad es que conozco a unos que viven en Chalok, un poco más allá, y es a donde envío a todos mis amigos y la verdad es que nunca ha habido ningún problema. Son buena gente -dijo ella.

Tenían un mapa, por lo que la buena chica pudo señalar para que ellos entendieran. Apuntaron mentalmente los datos y ella prometió llamar a su amigo para anunciar la llegada de 4 españoles. '2 españoles y 2 chilenos', corrigió rápidamente un español, con miedo a que lo mezclara con 'los otros'. Siguieron con intercambio de cortesías y así descubrieron que la guapa chica llevaba viviendo en la isla un año ya y que trabajaba de freelance dando clases de submarinismo, que se había comprado una moto por la ridiculez de los alquileres y parecía bastante contenta con su vida. Todos menos uno la envidiaron mucho.

- Muchas gracias por el dato -sonrisa agradecida-. Por cierto, yo me llamo Pedro.

- Encantada, yo me llamo Irene.

- Yo Juan.

- Carlos.

- Y Torres.

Presentados todos, pues, procedieron a despedirse con algún 'suerte' y algún 'hasta luego'. Irene había calado. Pero ella los olvidó tan rápido que en cuanto dejó de verlos a mitad de la primera curva, ya no recordaba ningún nombre; sólo recordaba que eran españoles y que tenía que llamar a su amigo Joke para avisarle de que iba a llegarle clientela.

Los chicos se fueron a desayunar. O a comer, según se viera. Estaban encantados en Koh Tao. Es cierto que sólo llevaban unas horas en la isla, pero les parecía que aquí se lo podrían pasar muy bien. Habían tenido la suerte de encontrar un buen hotel bastante barato y no tan alejado del centro, sólo había que caminar entre 5 y 10 minutos. Los dueños del hotel les habían tratado demasiado bien y por eso sonreían sin pausa; habían tenido un muy buen aterrizaje.

Después de saciarse, unos más que otros, decidieron emprender la búsqueda de un tuk-tuk barato que les llevara hasta Chalok, la reunión de casitas y negocios en el otro final de la carretera principal, y la única, de la isla. El primer taxista, sentado a la sombra en silla-tumbona, les ofreció llevarles por 100 bahts por persona, 3,3 dólares al cambio, aunque fueran 10 minutos de trabajo y explicó la inexistencia del tuk-tuk en la isla; sólo coches tipo pick-up. Cuando ellos le dijeron que era muy caro, no pudo más que sonreir ante la larga búsqueda que les iba a tocar sufrir a los tacaños turistas. Caminaron al sol hiriente durante no menos de 15 minutos, en busca del taxi de precio correcto. Tiempo perdido, que sólo sirvió para sudar y calentarse en más de un sentido. Los taxis estaban todos de acuerdo y no les quedó más que aceptar el precio único, no sin antes exponerse todas y cada una de las posibilidades detalladamente. Lo que calentó aún más a Pedro, que ya hubiera pagado el segundo ofrecimiento y por tanto llevaba 15 minutos de más bajo el sol abrasador.

400 bahts más pobres llegaron por fin al local de Joke, "uno rojo con ordenadores para conectarse que está delante de Fishy's Burguer", tal y como había apuntado Irene. El orondo Joke les recibió alegre, imaginando que eran los amigos de su amiga:

- You are the spanish? -con el típico acento complicado local.

- Two spanish and two chilean -apuntó Pedro sonriendo.

Sonrieron mucho todos, gracias a la exageradamente cálida bienvenida del gordito local sobrado de sonrisas y palmaditas en el hombro. Hablaron de lo simpática que era Irene y de las playas encantadoras que íban a encontrarse.

Entonces ellos se relajaron, pues no parecía el típico que gustara de timar a los extranjeros. Pero pronto, las sonrisas de nuestros cuatro amigos fueron desapareciendo en un fade-out angustioso. Las motos que les ofrecían estaban impecables y eso significaba problemas, pues a motos impecables, nuevas rayadas saltan a la vista. Y ellos tenían miedo de las consecuencias.

Y la cosa empeoró, pues Joke sacó el papel del seguro, que no tenía nada que ver con el papel del seguro tradicional: era uno en el que se tenían que señalar los arañazos actuales de las motocicletas, para su comparación a la vuelta. Era el seguro para el propietario. Pero no había nada que señalar, pues las motos, como decía, estaban impecables y relucientes.

Nerviosos, intentaron encontrar cualquier arañazo sin ningún tipo de suerte, pero decidieron continuar con el alquiler, recordando las palabras de la simpática española. Pedro tuvo que dejar su pasaporte, pero consiguió dominar sus nervios (o eso le pareció a él).

Se fueron de ahí sin la libertad que te debe dar la moto cuando la moto es la única manera de moverte por el paraíso. La posibilidad de caerse no era nada remota y el precio a pagar por la torpeza podría ser demasiado alto. Pocos metros más allá, se dieron cuenta que ni siquiera habían preguntado el precio, por confiados primero, por nerviosos al final.

Y, tras carretera mal asfaltada y sinuosa y caminitos con demasiados baches, llegaron a su primer destino. Playa espectacular, por colores y por entorno. Azul clarísimo, arena de color nieve, vegetación casi caribeña. Y todos sonrieron: aparcaron las motos intactas.

Eran las 3 de la tarde ya, pasadas, y el sol empezaba a ser menos histérico. Lo que no impidió un snorkel bastante interesante, a pesar de la falta de pilas de la única cámara acuática que llevaban entre los cuatro. Después de una buena nadada, descansaron a pierna suelta y decidieron silenciosamente alargar la primera visita a costa de la segunda. Aunque después descubrieron que la segunda playa era todavía más espectacular que la primera. Después de varios 'oh's' y 'ah's' y algunas fotos más, se bañaron por última vez aquél día en las bañeras naturales inmensas del sur tailandés.

Cuando llegaron de vuelta al hotel, ya casi anocheciendo, volvieron a sonreír gracias a la verticalidad intacta de los transportes.

Se ducharon y salieron a cenar y a beber. Disfrutaron del espectáculo típico de malabaristas con fuego en la playa y todos coincidieron en que era mejor que el que ya les había impresionado en Koh Phan-gan. Todos se divirtieron, pero no todos se acuerdan de lo que hicieron esa noche, por lo que al despertar al día siguiente, compartieron preguntas y risas. No tanto las resacas ni los regustos a vómito.

Ese día consiguieron despertarse antes que el anterior, por lo que podrían alargar las horas de playa y los nervios sobre las motos.

Más playa espectacular. Cada playa iba mejorando la anterior y no dejaban de sorprenderse y señalar. Motos: sin sorpresas, seguían provocando sonrisas cómplices y confiadas. Comieron en uno de los extremos de la primera playa, donde había un restaurante no tan pequeño, subido a las rocas, que regalaba vistas más espectaculares gracias a la panorámica que permitía. Snorkel, arena y pierna suelta. Y fotos, obvio.

Fundido a negro. Aparece la carretera. Ya en el párquing de la siguiente playa, las sonrisas volvieron:

- Esta es la última vez que aparcamos la moto -apuntó Juan con su marcado acento catalán y sonrisa incontenible.

- No seái pájaro de mal agüero... -dijo Torres semiserio.

- Imaginaos que después volvemos al párquing y nos encontramos que éste de al lado -señalando otra scooter aparcada muy cerca de una de las suyas- ya no está y que al salir ha tirado la nuestra a tierra.

- ¡No seáis pájaro de mal agüero weon! -repitió presuroso el ya no tan sonriente Torres.

- No seas burru... -Juan, obvio.- ¡No pasará nada!

- Cuando alguien predise el futuro detta manera eh imposible que asierte weon -dijo Carlos con buen talante y ganas de tranquilizar a Torres-, no te preocupíh.

Torres se calmó un poco. Al fin y al cabo hubiera sido demasiada casualidad. Por eso, y por que además tocó corteza de árbol.

Y la escalada de espectacularidad que no desfallecía. Y más fotos. Y más arena y rocas. Y más azules y blancos. Y más azules nuevos. Y más tranquilidad. Y más comentarios retándose a ir a vivir ahí. Y más sonrisas y risas tontas. Y más colores espectaculares. Y más biquinis dignos de mención. Y más fotos.

En el párquing de vuelta es donde perdieron las ganas de vivir en lo que ya no les parecía el paraíso. Ahí mismo se desenamoraron de todo. Culparon a Juan por ser pájaro de mal agüero, despreciándolo no tan en silencio como deberían. A Juan se le rompió algo más que el presupuesto, a los demás, las ganas de alargar el viaje.

3 comentarios:

  1. ahora me ha dado tiempo de leer todo esto... que gran putadón!!! pero no me ha quedado claro, tu estabas en ese grupo o no? ah, y escribes el chilena la raja hueón!!! jejeje! besos.

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  2. No era yo, le pasó a 'Pedro'. Ficción ;) jeje!

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  3. de que me suena esto...Sobretodo no visites Koh Lanta, y menos en verano. Y si vas, no alquiles una moto.

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